domingo, 17 de enero de 2016

Ai si ded pipol

Cuanto más me pongo a pensar no dejo de asegurar que ya lo había visto antes. Un poco de lejos, pero antes que sucediera, un poco de cerca, pero no lo suficiente. Siempre tuve la sensación de estar viéndolo a través de mis ojos de vidrio trizado, como si cada fracción de él pudiera entrever dimensiones distintas de la misma cosa. Y esa cosa no eras tú precisamente, pero eras algo como tú. No vale la pena describirte, porque basta decir que te vi de verdad, te vi como si no existiera ninguna realidad excepto tu existencia. Tanto o más que un dios, pero también mucho de bestia. Tanto o más que una luz, pero con la sombra oculta, con la humilde capucha de la modestia. Eras de este mundo, pero en realidad, no lo sé.

Cuando recuerdo tantas cosas que he visto en el medio de la noche, por ahí por las 3 de la mañana,  me encuentro agitada y rebuznando en mi cama como un animal asustado. La verdad abruma. Saber que te ha llegado una "carta" de dudoso origen especialmente para ti pero que no tienes puta idea de cómo leerla, cuándo leerla, o si en realidad no dice nada y ese es el mensaje, es tragicómico, por decir lo menos. Así venías tú, y así venía un numeral vertiginoso de detalles que días después me enteraba que se convirtieron en hechos bien precisos, como la muerte.

Le dicen sueños.
No sé si creerles.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Comprenderte no es fácil
Pareciera que siempre conociste
la palabra contradicción

La espiritualidad
se nutre de la materialidad
y viceversa

Y en medio de aquella tensión
se construye la vida
y la muerte

Los sueños expresan
lo guardado en caja fuerte
y esas conexiones
que sólo tú alcanzas