El hombre respondió: "La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí".
Yavé dijo a la mujer: "¿Qué es lo que has hecho? Y la mujer respondió: "La serpiente me ha engañado y comí" [...]
Cuando Yavé Dios comenó su ronda de sentencias y regaño, después de haber castigado a la serpiente, volviose a la mujer, y le dijo:
"Multiplicaré tus sufrimientos en los embarazos
con dolor darás luz a tus hijos,
necesitarás a tu marido
y el te dominará"
Como detalle de la situación, de pronto recordé el pasaje, pero poco me importó.
Faltarían minutos o segundos para tener que de golpe despegarme del relato que leía entonces, en voz baja e inaudible por los presentes en la siguiente habitación. Unos ojos estaban posados sobre mí a la distancia, unos ojos muy parecidos a los míos. Yo lo sentía, no me podía dar el lujo de tomar riendas, de hacerme la bonita, de desempeñar mi papel de embustera.
Una poderosa minoría afirma que al castigar Dios a Eva y condenarla a ella y a su descendencia, producto de la desobediencia tendría toda la partitura de su vida destinada a sufrir. Pero si nos alejamos del punto, el coito, si bien bendito placer existe en el mundo de las féminas, sólo la primera vez causa un dolor totalmente indescriptible, pero gracias a nuestra agitación y adrenalina el dolor desemboca en algo más soportable. Nosotras que nos tendemos en el suelo, soportamos continuamente el peso de nuestro hombre, así privadas de toda defensa y obligadas a recibir con los brazos ( y las piernas ) abiertos el destino que nuestro Padre dictó. Entonces pasa: sentimos cosquilleos en la entrepierna y nos produce una molestia colmada de tedio pero a la vez deliciosa, una fuerza de procedencia quizás donde hace que nuestro dorso se arquee como una reglita metálica que cae en unas manos ansiosas de romperla en dos, durante la fracción de segundo en nuestra cabeza viajamos a otro lado, recordando las primeras charlas de sexo que tuvimos con nuestras madres.
Se siente tal y como lo imaginaba
Un WTF nos asalta rápido y veloz porque todo era tan perfecto y romántico hasta que un dolor de esos que te paralizan los jugos gástricos del estómago nos recorre travieso por dentro, sube habiloso todo el camino hasta nuestra garganta. Es entonces cuando nuestros ojos se abren tanto que también nos sorprende; jamás habías estado tan lúcida. Inhalas el aire que te falta y lo único que puedes decir es "¡AY!".
...No es justo...
Yo seguí leyendo y pensando en estas cosas y tanto más, más, más cosas, pero siempre con la gracia de anclarse a lo que leía.
Jamás creí que nuestros cuerpos fuesen capaces de resistir tanto. Jamás creí que el mío lo fuera. No sé, osea, yo soy de las que sacan un 5,3 a duras penas en educación física.
Pero así somos en el hoy y como ejemplo tenemos la vez al mes en donde debemos cumplir lo que nos encomendaron antes de nacer: sufrir.
Terminé.
Tendría entonces que cerrar las cosas y apagar todo, tontita, piensas en mentir y lo haces pero contigo misma, ya había pasado bastante tiempo y el texto era extenso. Mmmm nostalgia, nostalgia.
¡Duérmete! Estuve tendida en el piso lo más quieta posible, muy quieta, triste y con la cara aún húmeda. Recordé el pasaje, pensé en ti, pensé en los tantos, me ví a mí.
Desperté y fue entonces cuando recordé; era mi décimocuarto día de sangramiento.
Excelente. Abrí las piernas con desgano esperando ver lo que sabía, pues... el flujo que llegó a la alfomba resultó ser un poco más abundante de lo que calculé. Me levanté y vi que mi pantalón finalmente se había teñido de rojo, adiós pijama azul. Me miré al espejo (miserable), aún sentía el cosquilleo de la sangre caer por la entrepierna.
Padre, ¿no será mucho?
Esta vez no me quejo, en el momento no me quejé. El mismo sació mi sed de masacre y toda mi ira al parecer la abrazó mi organismo como diciendo: "Ok, tranquila, que yo te ayudo, ¿quieres dolor? ¿Quieres sufrir? Pues sangrarás".
Y es que prefiero mil veces mancharme de mi sangre y tomar de la mano mi suerte a que pasar ratos asquerosos e infames como los que habían acontecido el día anterior.
Es más, me sentí más mujer, catorce días sangrando... en verdad ni Rambo se los pudo haber bancado.
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¿Dónde está mi Adán?
Ya no me basta que estés conmigo para sentirte cerca.
Necesito ser de ti, poder serlo, y rápido...
Las sombras me toman.
Recorren sus manos opacas y ligeras por mi espalda y no se detienen hasta las pantorrillas. Me levantan, me dejan caer, se comen mis ojos, me hacen arder, siento sus bocas podridas que me besan el cuello, el mentón lo muerden, y a los hombros los desgastan.
Yo sólo lloro.
1 comentario:
Aquí estoy.
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