domingo, 12 de julio de 2009

Que vuelva el tío Simón Freud

La cama tenía dos colchones horriblemente mal puestos, por supuesto, no me extraña haberme topado con aquella cama. Era como dormir en una pila de libros puestos uno sobre el otro. Como entonces, yo ya había vivido del todo en estos paisajes campestres (porque sí, era un campo) así que como buen felino me acomodé lo que más pude, y al mismo tiempo, alcancé el equilibrio espiritual.
Cuando desperté unos momentos después el sol ya había bajado lo suficiente como para que el día entero se viera de un tono rosa, bonito el rosado... pero solo cuando pasa eso. Miré por la ventana y me extrañó que tan pocas niñas estuvieran dándose vueltas, sobretodo las suches que por ser niñas de edad menor se convierten en las manos de obra eficientes, alegres, eufóricas e inquietas de todas las patrullas.
También me extrañó que las jefas no estuvieran, y de pronto me acuerdo de una en particular, la Netto. ¿Por qué no se aparece la Netto? Se supone que las asistentes son las que más deberían estar con las niñas. Bueno, "es algo que escribiré en la evaluación cuando regresemos a Santiago".

Salí del mínimo espacio donde compartía mi sueño con la pila de libros y me dirigí al río. "Quizás me quedé dormida para el almuerzo y terminaron de comer sin mí, deben estar lavando las cosas en el río". Emprendí marcha por el caminito vasto, imaginando una línea amarilla que me guiaba exactamente adonde quería ir, porque sabía a dónde me dirigía, pero no tenía la menor idea de la ubicación. Resulta que mi intuición femenina fue de lo más acertiva pero la imaginación me falló, resulta que el río no parecía río, más bien era una pileta gigante, de esas que hay cuando uno va al centro y que los niñitos pobres se bañan en verano cuando el calor mata y la comparten con las palomitas. Yo creo que debió haber tenido la superficie de una cancha de fútbol. Efectivamente, ahí estaban todas las niñas, pero no estaban lavando nada, al parecer estaban puro dando jugo.
Pensaba darles un sermón del porte del Titanic pero entonces recordé que la hipocresía sería el último recurso que usaría como líder, osea, fui yo la que me quedé dormida y las dejé solas.
No pasó nada de tiempo cuando estaba yo bañándome con ellas y echando la talla un rato con mi humor diferente.

Es súper raro porque el agua era bastante asquerosa, como del color de la Limón soda, como el color del agua cuando le dejamos un jabón sólido un buen rato. Las niñas son de lo más cachilupi en términos de trabajo, pero su falla radica en la limpieza y la higiene. Las locas comían que comían y tiraban la basura en el mismo lugar donde nos bañábamos.
Aun así yo era feliz, chispoteaba en el agua y nadaba a los sirena y a lo delfín, en una me pregunté cómo sería tener escamas, y por qué las escamas tendrían que ser tan ásperas si el agua es tan inofensiva.
De pronto veo y se acerca un animalito bastante peculiar, yo lo reconocí de inmediato, ¡hace años que no lo veía! Si era el mismo, tenía que asegurarme.

- ¡Aló! ¡Niñas! ¿Alguien tiene un rollo de confort?
- ¿Y para qué, Hero?
- Necesito saber algo.

El papel higiénico apareció entonces justo a mi lado, así dispuesto enteramente a ser entregado a mis intenciones.
"¡Chiquitito! Cocodrilo mío, tantos años sin verte, ¡mira cómo creciste!"
Arrojé un pedazo de confort al agua, no me podía equivocar, era el cocodrilo que le gustaba comer papel.
Con la cola azotando la superficie efectivamente era mi cocodrilo, porque se puso muy feliz al reconocerme y al recordar con todo placer lo tanto que disfrutaba comer papel higiénico.

"¡Loco, cachen! ¡Me reconoce! Oye, llamen al Garfio po'. ¡Llamen al capitán!"

1 comentario:

PP.JJ dijo...

Soñar no es muy distinto de vivir. A veces sabes que sueñas, entonces puedes vivir ahí de la misma forma que acá. A veces no sabes que sueñas, entonces el sueño te vive a ti. A veces no sabes qué vives, entonces sueñas sabiendo o no sabiendo que sueñas, viviendo esa realidad paralela.