jueves, 18 de febrero de 2010

No temas

Sacrificio.

Sacrificio siempre me supo a cruces quemadas, a sangre, a hambre y a plumas demacradas en el aire.

Siempre, en algún momento, lo necesitamos para el equilibrio de nuestras vidas.

Sacrificio, consternado, se vuelve hacia nosotros, expresa dolor en los ojos huecos del rostro, y nos pregunta: "¿Realmente es necesario?"
Sacrificio odia su nombre conocido y reconocido. Odia su destino y labor.

Hay numerosos seres que han oído de él; lo que hacen siempre, es usarlo como escudo escuálido y denigrante, como las faldas roñosas de una madre, como asilo en las iglesias en tiempo de inquisición.
Muchos se creen mártires.
Otros se transforman en exponentes de la creencia y la fe.
Líderes, ejemplo a seguir, seres perfectos.

He visto demasiado dolor.
Espero, que por su excesiva medida, no llegue a ver la muerte de mis niños.
A esas alturas, cualquier faena será justificada.

Sacrificio, destruido, se vuelve hacia nosotros, expresa sereno el dolor en los ojos huecos del rostro, y nos pregunta:

¿ES realmente necesario?