martes, 12 de abril de 2016

Se sumergieron perdidamente en la danza de todos los hilos de humo que identificaron. Uno fijándose en las curvas, el otro propenso a las líneas.
Cuando el trance se rompe es el primero quien siempre sale perdido. El despertar de un sueño agresivo, como un golpe en la cabeza contra el asfalto.
El consciente siempre es el solitario.

Abre un diálogo ansioso para desplegar todos sus descubrimientos. cual niño en su debut de primavera. Pero a medida que hablaba escuchaba un eco que interrumpía, cada vez más imprudente.
Y se dio cuenta de que más bien era un monólogo.
Y se sintió avergonzado
Y la emoción comenzó a menguar.

Mientras, las curvas del humo se meneaban y envolvían la cabeza del otro, animal absorto, lento y febril.
Cuando el trance se rompe es el segundo quien cae sobre colchón de plumas, y quien difícilmente encuentra soledad entre tantos pioneros de la misma experiencia.
Comienza un diálogo ansioso y estrepitoso, una exposición histérica de todos sus descubrimientos y su anhelo de compartirlos.

Pero el otro ya se había ido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El otro va y vuelve, aunque sea simplemente un espejismo.
Todos los días, este holograma se rompe en mil pedazos y luego se fusiona nuevamente.
Curioso es que no se trata de imágenes, ni siquiera de sensaciones dérmicas.
¿Acaso no se puede extrañar el espíritu? ¿No es cierto que el tiempo se lleva todo, menos las carcajadas, conversaciones, llantos y cobijos? Son los bellos farolitos que resisten a decir adiós a este mundo...